La alimentación juega un papel esencial, ya que la exposición prolongada al sol exige una mayor demanda de nutrientes como las vitaminas (A, C, E..), minerales (selenio, cinc, hierro..) y antioxidantes. Todas estas sustancias se pueden aportar con una dieta rica en frutas y hortalizas, así como grasas insaturadas y mucho líquido.
Para reforzar este aspecto, existen suplementos vitamínicos específicos que contienen dosis extras de antioxidantes, vitaminas A y C, ácidos grasos y otros componentes. Para un uso efectivo, hay que tomarlas dos semanas antes de comenzar a tomar el sol.
Toda preparación sería inútil si no se toma la precaución más importante de todas: aplicarse protección solar cada vez que nos exponemos al sol. Es importante seleccionar el factor de protección adecuado para cada tipo de piel, según el fototipo de cada uno, e igualmente, seguir todas las pautas recomendables. La principal, aplicarse la crema al menos una hora antes de tomar el sol y de manera periódica mientras estamos expuestos (cada hora y preferentemente después de bañarse y secarse). Pero también no estar al sol el las horas de mayor intensidad, ni de manera muy prolongada.
Tras la jornada de sol es indispensable limpiar e hidratar la piel. Se debe evitar el agua caliente (mejor tibia) y aplicarse una crema o gel after-sun para refrescarla, nutrirla y suavizarla.
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